El niño se había parado para hablar con su abuela y era obvio que habían venido de muy lejos y estaban pensando cómo podrían terminar los últimos kilómetros que les quedaban hasta el pueblo. Tenían a su lado un hatillo y parecía que el niño luchaba por decidir si cargar con sus posesiones o si dejarlas y ayudar a la abuela a caminar por esa carretera tan llena de baches y obstáculos.
Entre sollozo y sollozo el niño nos dijo que su padre se había ido de casa hacía muchos meses para buscar trabajo, pero que hace poco les llegó la noticia de que había muerto en algún lugar del este aunque nadie les ha dicho cómo o qué fue de él después de su muerte. Su madre también emigró al este en busca de trabajo, así que él era un niño 'dejado atrás' para cuidar de sus abuelas. El día que le conocimos estaba tratando de llevar a su bisabuela desde su minusculo pueblo en las montañas, a casi 20 kilómetros de distancia, hasta casa de su tía en la gran ciudad de la ribera. Creo que el peso de tamaña responsabilidad en sus hombros de diez años fue demasiado ese día para él, así que cuando le preguntamos si estaba bien no pudo remediarlo y se echó a llorar.
Cogimos el bulto que llevaban, que pesaba casi 15 kilos, y lentamente nos dirigimos al centro de la ciudad, agarrando bien el brazo de la abuela para ayudarla. La abuela no hablaba mandarín, sólo miao, y lloró todo el camino hasta la ciudad.
Un barco dragón viejo
Cada pueblo lleva su embarcación río abajo hasta el comienzo de la carrera, con los hombres vestidos con lo trajes ceremoniales que son de color azul oscuro, cinturón de plata y sobrero dorado.
Niño tambor vestido con la plata ceremonial
Cuando la embarcación de su pueblo llegó a la carrera nos pusimos a vitorearlos fuerte y de pronto la multitud se puso a gritar porque habían volcado (vale, puede que su abuela tuviera mucha razón prohibiendole subir). Los hombres se metieron en el río, con sus pesados trajes azules, y tardaron un buen rato en dar la vuelta al barco. El tiempo corría en su contra pues todavía tenían que volver a colocar la cabeza de dragón a tiempo para el evento.
No tenían mucho tiempo para arreglarlo todo, de pronto escuchamos muchas risas y vimos que los hombres de su pueblo se habían quedado en ropa interior para poder llegar a tiempo. Los trajes ceremoniales son muy pesados y engorrosos si se mojan, así que decidieron ganar unos minutos para la regata quitándoselos. Los vítores del público fueron tremendos viendo a los hombres remar y reírse de sí mismos también.
Estos no son los trajes típicos usados en los barcos dragón
La zona del río estaba atiborrada de gente así que nos quedamos sin podernos mover en la orilla. Me tocó sentarme al lado de un pato muy enfadado que estaba en una bolsa de tela y que parecía notar que iba a ser la cena de alguien esa noche, después de las celebraciones al acabar la regata. Me encantó poder ver los distintos tocados de las mujeres miao que tenía cerca, y me dijeron que eran distintos según del pueblo que fueran.
Cindy le dio su número de móvil en un papel y le dijo que la llamara para cualquier cosa que necesitara. Estaba sentado frente a mí en la orilla del río y le vi sacar el papel con el número muchas veces esa tarde. En un momento dado le escuché repetir los números despacio una y otra vez y me di cuenta de que estaba memorizando el teléfono de Cindy por si acaso perdía el papelito. Avisé discretamente a Cindy para que mirara lo que hacía y se nos saltaron las lágrimas a las dos viendole memorizar el número que podría ayudarle cuando tuviera una emergencia.
Hicimos todo lo posible por asegurarle que había gente que le ayudaría si necesitaba cualquier cosa. Su soledad era tan cruda que dolía mirarle a los ojos. Al final pudo controlar su llanto y muy, muy a regañadientes llegó la hora de decir adiós.
Cindy con nuestro nuevo amigo
Nuestro chofer nos dijo que no era seguro conducir por las carreteras de tierra de la montaña en completa oscuridad, así que lo único que podíamos hacer en ese punto era coger la dirección de su pueblo (que ya sabemos que no tiene servicio de correos). Fue muy duro decirle adiós, preguntándonos qué le depararía el futuro a este niño tan listo, amable y responsable. ¿Podría de algún modo estudiar e ir a la universidad? ¿O por el contrario dejaría de ir al colegio para trabajar en el campo? ¿Habría algún modo de que el dolor y la nostalgia de ver a sus padres, tan claro en su rostro, pudieran ser mitigados?
Mientras bajábamos desde su pueblo a la carretera donde estabamos aparcados, estuvimos en un completo silencio pensando cuánto necesitamos todos a la gente de nuestras vidas, cuánto necesitamos de su apoyo y de su aliento. La vida puede ser muy dura cuando te sientes solo, y por supuesto pensé en los niños que habían decidido suicidarse en Guizhou tan sólo unas semanas antes, cuando la dureza de estar sólos les supuso más de lo que podían aguantar.
Cada niño cuenta. Ese ha sido el lema de LWB desde que lo creamos, y seguiremos haciendo todo lo que podamos para cambiar las vidas de aquellos que más necesitan ayuda.
Hoy quiero dar mis más profundas gracias a todos los que hacéis posible nuestro trabajo. De verdad que no podemos hacerlo sin vosotros.
~Amy Eldridge, Chief Executive Officer
3 comentarios:
Qué historia tan ejemplar, gracias por compartirla
Es estremecedor... Espero que a este pequeño le vaya bien en la vida.
Sí, es muy duro
Gracias por comentar y por pensar en él.
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