Cada familia tiene su idiosincrasia. La mía también, y como la mayoría, yo ignoraba por completo una de las más interesantes que teníamos hasta que una mañana no hace mucho, salimos de casa a la parada del bus escolar. Mi hijo de siete años llevaba pantalón corto y sus calcetines favoritos -calcetines negros de deporte subidos hasta sus rodillas. Con siete años los puede llevar así, no pasa nada. Pero de pronto caí en la cuenta, los calcetines son "algo" en mi familia. Cada uno de nosotros tiene algún tipo de "manía" con ellos.
Todo empezó hace años cuando nuestra hija mayor estaba en jardín de infancia. Insistía en ponerse calcetines desparejados y cuanto más desparejados fueran, mejor. Pensé que ya se le pasaría y me sorprendió cuando vi su frustración en primero de primaria, cuando le compre un par de calcetines completamente blancos. No sabía que hacer con ellos! Eran iguales! No tiene ni que decir que volví a la tienda y compré los calcetines más chillones y de colorines que pude encontrar, y a partir de entonces, siempre están desparejados para alegría de su dueña.
Nuestra segunda hija mayor es más del tipo "calcetines monos". Es una querida niñita en sus zapatitos impolutos que hace las delicias de todos con su feminidad y su amor por el rosa, los fruncidos, el encaje, y cualquier cosa con blondas. Sus calcetines siempre van emparejados y siempre van acompañados de preciosos zapatitos. Nuestro hijo más pequeño sin embargo, iría sin calcetines todo el año a menos que yo le pida que se los ponga constantemente. Cuando se los pone son blancos de algodón, de lo más sencillito... pero va descalzo por toda la casa, por el garaje, por el jardín de atrás y de alante, por el camino de la entrada... los agujeros, las manchas de hierba y demás no le importan nada. Este rasgo lo ha heredado de su padre quien, a principio de estar casados, le hice prometer que tiraría al menos un par de calcetines viejos por cada nuevo par que se comprara, y así no tener por todas partes sus andrajosos calcetines de los que no se puede separar. Estos chicos sencillamente no se preocupan por las cosas harapientas. Si se sube, es un calcetín.
Mientras andaba tras mi hijo hacia la parada del bus escolar disfrutando de la vista de sus calcetines subidos, se me ocurrió que al igual que mi familia es particular con el tema de los calcetines, también es algo que nos caracteriza. Tres de nosotros nacimos en América de padres biológicos a los que conocemos. Los hilos de nuestra biología han ido por el mismo camino, bien conocido, de las edades y etapas de nuestra nación. Decididamente somos nativos. Tres de nosotros nacimos en China, y fuimos separados de nuestras familias biológicas por razones desconocidas. A pesar de que mi familia está completa desde hace seis años, a veces, cuando uno, o dos, o cuatro, o los seis estamos juntos, parece que no pegamos. Los niños en el parque dicen "¿Sabes? tu hijo... no el clarito sino el oscuro..." o "¿Es tu hija?" Los niños mayores y los adultos tienden a no decir la pregunta en voz alta, pero la tienen en sus ojos hasta que rodeo en mis brazos a mis hijos en plan maternal o hago comentarios del tipo "Oh hija querida."
¿No es gracioso? Somos calcetines mezclados. Cada uno de nosotros tiene un aspecto, un estilo, un temperamento y un grado de confort específico. Sin embargo, todos juntos funcionamos. Podrías poner a cualquiera de nosotros uno junto a otro y somos una familia. Creo que mi niña en edad escolar tuvo la idea perfecta sobre los calcetines desparejados. Los sigue llevando así aunque está en sexto. Creo que empezaré a seguir su ejemplo. Viene de familia.
Linda Mitchell es esposa y madre de cuatro, escritora del blog para Love Without Boundaries y voluntaria en el colegio de sus hijos, alumna de Biblioteconomía, profesora de niños de primero en la escuela dominical... y escritora creativa cuando puede poner dos palabras juntas.
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