24 sept 2013

Cazando el sol

Hace tres años adoptamos a nuestro tercer hijo, un niño precioso de China. Llegó a nosotros con dos años, y era un pequeño bulto al que raramente sacaban de su cuna. No sabía gatear ni andar, no hacía contacto visual, no jugaba con ningún juguete y se quedaba quieto con los biberones... Y porque Aiden era sordo, asumimos que todo ello era debido a su sordera y al abandono que había sufrido, por eso, pasamos años trabajando con muchos terapeutas distintos intentando encontrar el adecuado.

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Poco tiempo después trajimos a casa a otro niño sordo con una edad parecida. Teníamos la esperanza de que este cuarto niño lograra "sacar a Aiden de su concha" pues nosotros habíamos logrado muy pocos progresos. No obstante, quedo clarísimo antes de irme de China con nuestro nuevo hijo que Gabe no tenía nada que ver con Aiden.

Aiden acaba de ser diagnosticado hace poco con una lista de retos: síndrome alcohólico fetal, autismo, Pica (come pelo, plumas y tierra), trastorno del procesamiento sensorial y retraso mental. Está a punto de cumplir cinco años, pero mentalmente es más parecido a un bebé de doce meses. No mastica, no come ni se viste solo, no controla esfínteres, no sabe ninguna letra ni contar, no tiene habilidades de lenguaje de signos, y no duerme más de tres o cuatro horas de una vez.

Cuando empecé a escribir esta entrada, mi propósito era daros una idea de nuestros retos. Y sin embargo mientras escribo, lo que de verdad quiero compartir es la absoluta ALEGRÍA que nos da la crianza de Aiden. Aiden tiene la MEJOR sonrisa y es un bichillo achuchable. Se sube a mi regazo y me deja que le acune y acune todo el tiempo que yo quiera. Como Aiden duerme muy poco, solemos tener MUCHO tiempo para que le acune por las noches, cuando sus hermanos ya se han ido a la cama. Es muy sociable y encuentra divertidas las cosas más sencillas. En estos momentos sus pasiones son las duchas LARGAS y cazar los rayos de sol que entran por la ventana del comedor a primera hora de la tarde. Le he hecho una foto haciendolo, y aunque es una forma rara y muy infantil de jugar, hemos aprendido a amar a Aiden por lo que es, no por lo que nos gustaría que fuera.

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Aiden nunca nos ha dicho que nos quiere, pero no hay duda de que su amor por nosotros es profundo. Cuando le saco por las mañanas de su cama cerrada con cremalleras, le brillan los ojos y se agarra a mi fuerte cuando le cojo en brazos. Cuando le recojo del autobús escolar por la tarde, recibo una de las sonrisas más grandes, y de nuevo, se sube a mi y ríe. Una vez cada pocos meses incluso me da un beso, y entonces se me derrite el corazón con la cantidad de alegría que viene con ese beso.

Lo mejor de esta vida es el no tener tiempo para preocuparse por las cosas pequeñas, ya sabes: fulanito y menganito han criticado tu idea sobre esto y lo otro, la abuela no hizo la cena que le pediste que hiciera a los niños, no te han invitado a tal fiesta.... y la lista puede seguir y seguir... He aprendido el sentido de la frase "como quien oye llover", ya que sencillamente me río cuando la gente me cuenta todos estos "retos". Mi sincera respuesta es que no tengo tiempo para distraerme con los dramas. Que realmente NO ME IMPORTAN las pequeñeces, y me alivia y libera decirlo (sobretodo pensando que hace unos pocos años habría estado tan preocupada por cualquiera de esos temas, o incluso por todos ellos a la vez!)

Para acabar, quiero compartir también la alegría que nos da ver a Aiden tener éxito en algunas de sus pequeñas victorias. Nunca olvidaré el día que me llamó su profesora para que fuera a clase a ver cómo lo llevaba, algo que es por lo general un proceso doloroso. Suelo morderme el labio intentando no llorar y sobrecogerme al ver lo "normales" que todos esos otros niños de Necesidades Especiales de clase parecen en comparación con Aiden. Ver cómo sabían contar, hablar, algunas letras y números, etc., y ver a Aiden que, bueno, sigue cazando el sol. Pero ese día en concreto Aiden HABÍA aprendido una nueva habilidad: había aprendido a usar un sistema de intercambio de dibujos para comunicar sus deseos. Ante mis propios ojos Aiden cogió el dibujo de un plátano, buscó a su asistente y le dio el dibujo. Cuando ella no le dió el plátano enseguida, mi hijo volvió a su libro de imágenes, cogió otro dibujo de un plátano y se lo volvió a dar como si dijera: "date prisa, lenta." Me quedé de piedra, completamente impresionada, y con las lágrimas cayendome a borbotones. Nunca había estado más orgullosa, era como si mi niño, mi Aiden precioso, acabara de ganar el premio Nobel de la paz. Tremenda alegría!

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Mucha gente piensa que mi vida es dura, triste y decepcionante. Pero esa es solo su opinión hasta que pasan un rato con Aiden. Este niño irradia felicidad, tiene un corazón de oro y es tan inocente como una mariquita. Me ha enseñado a tener paciencia de un modo que nadie más lo habría hecho, y me ha mostrado lo increíble que el amor incondicional puede llegar a ser. No hay trabajo más duro, no hay alegría más grande, que ser la madre de Aiden.

~Melissa Kramer es la Directora de Educación para Love Without Boundaries.
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