23 may 2015

Reflexiones de un antiguo niño de acogida

 Me fui de China hace cinco años, y he vuelto a principios de este mes. He tenido la suerte de viajar con mi madre y ayudar como voluntario en el Viaje de Intercambio Médico de Love Without Boundaries.
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Y aunque me ha encantado el haber podido ayudar y ser testigo de los cambios que la cirugía significa para los niños, mi parte preferida del viaje realmente fue la de antes y la de después del viaje médico, cuando visitamos a varias familias de los programas de LWB y pude ver a MI familia de acogida por primera vez en siete años.


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David delante de su antiguo colegio

Me considero una persona afortunada, no porque fuera abandonado o porque tuviera que vivir en un orfanato 2 años y medio antes de que me adoptaran, sino porque tuve una BUENA familia de acogida con los que vivi los primeros diez años de mi vida. Mi madre de acogida me cuidó desde las seis semanas de edad hasta los diez años, edad con la que tuve que irme a vivir a un orfanato para niños mayores. Ese fue uno de los peores momentos de mi vida.
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David y su madre de acogida en 2001

Mi primera familia me enseñó mucho. Aprendí de mi madre de acogida cómo elegir bien a los amigos, la importancia de esforzarme con mis estudios y a nunca darme por vencido. Mi padre de acogida me enseñó a recolectar hierbas, a plantar arroz y cosechar maiz.
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David con su hermano mayor de acogida y su madre de acogida

Tengo muchos recuerdos felices de mi infancia en China gracias a mi familia de acogida. Recuerdos de escalar una montaña cerca de nuestro pueblo con mi padre de acogida; de ir en el sillín de atrás de la bici de mis hermanos mayores llevándome al cole; de jugar con mis amigos del pueblo; visitar a mis abuelos de acogida; de celebrar las fiestas en familia.
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David con sus amigos de clase

Mis fiestas favoritas son las de año nuevo. Siempre trabajábamos juntos haciendo los preparativos de la celebración. Cada uno de nosotros tenía unas tareas para que saliera todo redondo. Yo ayudaba a limpiar las habitaciones y a barrer y fregar los suelos. El día de año nuevo, ayudaba a instalar los fuegos artificiales pero ya cuando fui más mayor. Visitábamos a la abuela y recibíamos sobres rojos de todos nuestros amigos, primos y tíos. Eran unas fiestas muy divertidas en las que nos veíamos todos.

Cuando llegué al pueblo donde viví en acogida, en las afueras de Beijing, todos estos recuerdos me volvieron de pronto además de muchos otros que había olvidado -por ejemplo, el de mi madre de acogida yendo a por leche fresca de las vacas para darmela a mi. Siempre tuve la sensación de que me reservaba la mejor comida y la mejor ropa para mí. Me hacía sentir especial y siempre luchaba porque tuviera todo lo que necesitara.
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Ha sido estupendo poder ver a mi familia de nuevo, recordar los viejos tiempos y contarles mis planes para el futuro. Me hizo sentir especialmente bien el saber que su vida es más fácil ahora que cuando me fui hace cinco años. Tienen un coche y están renovando su casa, el pueblo se está modernizando mucho (de acuerdo a criterios chinos). Ahora tienen agua corriente en la casa, un calentador, un váter con cisterna y wifi! Me alegro muchísimo de que su gran esfuerzo trabajando se vea así recompensado.
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David reunido con toda su familia de acogida en 2015!

Pero lo mejor de la visita quizá ha sido el ver a mi abuela de acogida de nuevo. Tiene 84 años, está casi ciega de cataratas pero se acuerda de mí! Me dijo lo que siempre me decía: que estudiara mucho.
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David y su abuela de acogida

Las familias de acogida hacen que los niños reciban el amor y los cuidados que no tienen en un orfanato. Mi familia de acogida me trataba como si fuera su propio hijo. De hecho, pasaron muchos años antes de que me diera cuenta de que no lo era.
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La bici que David usaba cuando vivía allí

Me gustaría haberme podido quedar más tiempo, pero estoy muy contento de haber tenido la oportunidad de volverles a ver. Nunca olvidaré a mi "primera" familia porque me han ayudado a empezar muy bien en la vida. Quizá algún día pronto pueda regresar y visitarles durante más tiempo.

~David Glass fue adoptado en China a los doce años y ahora vive en Virginia, EEUU, con su familia para siempre que incluye a sus padres y a ocho hermanos.

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